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El viento de la primavera árabe sopla en todas las direcciones

Un artículo de Josetxu Villacorta, Publicado el pasado viernes 16 de marzo en Deia.

Las palabras de Boualem Samsal, al recibir el Premio de la Paz de los libreros alemanes en octubre del 2011 pueden servir de prólogo a esta breve reflexión sobre la participación de los jóvenes en las recientes manifestaciones y, en algunos casos, conflictos armados que han recorrido la orilla del Mediterráneo y han llegado hasta Yemen y Bahréin. “Vivir en el absurdo debilita, vas dando bandazos de una pared a otra como un borracho. Para los jóvenes que tienen un futuro por delante, que necesitan tener un rumbo claro, resulta dramático y es desgarrador oírles aullar a la muerte como lobos en la oscuridad de la noche.”


Unos 100 millones de jóvenes, entre los 15 y 29 años, habitan esta extensa geografía y sus gritos podrían fundirse en tres: libertad, democracia y desarrollo. Estos no son eslóganes islamistas o terroristas. Son la demanda de la sociedad civil, en la que han tenido un destacado protagonismo. Convertidos en pancartas, han aparecido en árabe, francés e inglés; es decir, eran perfectamente conscientes de que no se dirigían solamente a sus gobiernos corruptos, sino que querían hacerse visibles al mundo. Han tomado la calle y las plazas como espacios simbólicos de la sociedad civil. No han sido convocados ni por los partidos ni por ideologías, sino que (recordando la opinión de un activista egipcio) Facebook ha permitido convocar al pueblo, Twitter ha coordinado a los manifestantes y Youtube y al-Jazeera han hecho posible que la información llegue a la opinión pública. Un ejemplo claro ha sido el de Asma Mahfuz, activista egipcia de 26 años, que colgó un vídeo en la red convocando a todos a la plaza Tahrir.

El argumento de las autocracias en el poder desde hace muchos años, presentándose ante Occidente como la garantía de estabilidad en la zona y como cortafuegos contra la amenaza terrorista, ha saltado en pedazos. Seducir a la civilización del miedo (euroamericana), ya no es posible: la fortaleza de los regímenes autoritarios con sus proyectos de convertirse en cleptocracias hereditarias ha sido desmantelada, aunque resistan agónicamente en Yemen o Siria.

Un joven vendedor de frutas, Muhammad Buazizi, se quemó en diciembre del 2010 a lo bonzo en una pequeña población del interior de Túnez, empobrecido por siglos de desidia. Ha sido el detonante de un efecto dominó en toda la zona. Pocas semanas después Ben Ali dejaba la presidencia de Túnez y, al mes siguiente, Mubarak ha seguido el mismo camino. Las reformas liberalizadoras, inspiradas por la UE y organizaciones financieras internacionales, no se tradujeron en una mejora del nivel de vida de las poblaciones, pero sí han enriquecido a las élites y han disparado la corrupción. La “excepción árabe”, el “fatalismo árabe”, el trillado recurso a la “teoría de la conspiración” ya no explican nada, porque estos pueblos han dejado de ser una excepción al exigir libertad y han dejado de ser providencialistas para exigir justicia social.

Esta juventud ha superado con creces la “hogra” (el hastío) y ha recuperado la autoestima personal y colectiva, impulsados por la consciencia de que pueden ser agentes de la transformación social y política de sus países. Con ello han demostrado que la libertad, la democracia, la autoestima, la participación forman parte de una aspiración humana universal. Todo ello ha colocado a las sociedades árabes ante la necesidad de crear un nuevo contrato social. Sólo cabe esperar que encuentren formas nuevas, innovadoras y propias de una civilización joven, que merece la vida. Las últimas elecciones para formar gobiernos de transición son coaliciones que deberán hacer lo imposible para que los jóvenes no sigan “aullando a la muerte”.

Se han identificado con Facebook antes que con las viejas lealtades tribales. Esta es una generación nueva creada en las redes sociales y no en el pensamiento patriarcal, en las normas sociales rígidas de sus mayores. Sus valores hoy se llaman transparencia, conducta colaborativa y relaciones peer to peer (entre iguales); es decir, estamos ante una ruptura histórica de la conciencia misma y, por lo tanto, ante una emergencia renovada de la sociedad civil, que plantea formas nuevas de cooperación, que superen los fantasmas del miedo a la amenaza islámica.

José Luis Villacorta ICARO Think-Tank de Novia Salcedo Fundación

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