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Innovación social y crisis

Los momentos que vivimos y que apreciamos por los medios de comunicación o por el impacto en la pérdida personal de trabajos e ingresos, se califican como desastrosos por muchos de los llamados expertos. Los optimistas entre estos piensan que inyectando confianza las cosas irán poco a poco a mejor, postura que tiende a ser fácilmente contagiosa si no queremos plantearnos cambios necesarios o convenientes en nuestros comportamientos y sobre todo en nuestra forma de pensar. Como decía recientemente Javier Elzo somos muy tendentes a practicar la heteroresponsabilidad –los culpables siempre son otros y a mi no me toca cambiar ni hacer nada especial-. Esto se está manifestando expresamente en esta crisis. Tal posición, que es la más fácil, nos conduce a esperar, a ver lo que pasa y no hacer nada especial.

Los pesimistas –también muy abundantes- no dejan de recordar las catástrofes precedentes o similares. Que si la gran depresión que condujo a la guerra mundial, que si Japón y su lentísima recuperación, que si la tercera guerra mundial, etc. Pensemos un momento en que el propio tratamiento de la crisis – las soluciones a corto- contiene el origen de la crisis que es el cortoplacismo y el beneficio inmediato. Este fue llevado a los extremos de una economía construida a nivel mundial sobre el alero de una hermosa fachada de una casa que no se podía presentar ni visitar por dentro, a pesar de las auditorias y organismos de control que siempre han existido, sólo por fuera desde el jardín. En la fachada se exponían los crecimientos de los PIB, los superavits gubernamentales, los beneficios empresariales, la solidez de los sistemas bancarios y los incentivos directivos. Por dentro la desconfianza, las burbujas inmobiliarias, el egoísmo llevado a la codicia, el engaño en los negocios, las pirámides de crédito, las cláusulas no entendibles, el abuso de las condiciones de negociación, la corrupción, el enriquecimiento sin trabajar, el clientelismo y otras prácticas aceptadas y establecidas como normales. Países enteros como Islandia eran desde fuera el modelo de la riqueza y ahora están en el pozo de la deuda eterna.

Además de la mayoría, -los optimistas y los pesimistas, que no harán nada – queda otro grupo mas reducido que son los que van a aprender de lo que ha pasado y van a practicar otras formas de entender la riqueza de los países y de las personas. Comprenderán ahora -lo que ya sospechaban antes- que la riqueza no es lo que las páginas salmón de economía nos presentan como ganancias y pérdidas en las bolsas o en los beneficios empresariales. El futuro va a depender de que este grupo de personas esté en espacios importantes de decisión empresarial, política y social, y de que no sean los pensamientos económicos vigentes los que encabecen este movimiento. Estos últimos nos dicen que volveremos a la senda del crecimiento como si nada hubiera pasado. Más y mejor control financiero y la locomotora otra vez en marcha cuando se recuperen los que tiran de la economía. Nos jugamos mucho al elegir quienes serán los que diseñen y dirijan las políticas económicas y sociales en esta prçoxima coyuntura. Prescindamos de optimistas obligados por su puesto –que los hay, politicos y economistas- y de pesimistas despreocupados y desvinculados con lo puede pasar. Prescindamos también de quienes discuten obviedades y conducen el debate a protagonismos históricos, territoriales, personales o grupales, e incluso ideológicos en términos del pasado. Busquemos a quienes se comprometan con cambios en los cimientos sociales, con abordar con soluciones las contradicciones que todo momento de cambio plantea, a sabiendas de que saldrán quemados de su importante tarea. Se trata de unirnos con ellos no para revindicar sino para volver a repensar lo que es riqueza desde una perspectiva social y personal, qué es trabajo, qué es empleo, qué es generar valor para otros y cómo hacerlo posible. Entender y socializar con ejemplos que hay trabajos que no son empleos pero que generan mucha riqueza para reconocerlos socialmente, así como hay empleos que destruyen riqueza y hacerlo saber. No se trata de volver al superficial debate de la izquierda o la derecha, sino de hilar más fino en los principios básicos sobre los que se construye la sociedad avanzada y a los que la economía debiera dar soporte. Asimismo habrá que llegar por ejemplo al convencimiento –hoy no se cita siquiera- de que el comportamiento ético y la coherencia generan rentabilidad sostenida para las empresas, lo cual ya está demostrado en diversos estudios. Y que su carencia lleva a situaciones de dominio y pérdida notoria de riqueza personal, social y colectiva. Y esto es así porque el trabajo es cada vez más centro-persona, no es maquinismo de tareas repetidas. Pero nos falta interiorizar y hacernos con estas creencias –ahora son sólo conversaciones y titulares de libros- como base de nuestros comportamientos. Las creencias están muy ancladas, -se inculcan en la tierna infancia- cambiarlas requiere liderazgo, comunicación continua y ejemplaridad. Sólo desde unas nuevas formas de comprensión de los conceptos de trabajo, empleo, riqueza, economía, calidad de vida, dignidad personal, medio y largo plazo, función de la empresa, tecnología, función pública, equipos, sostenibilidad y cooperación podemos pensar en positivo y en que la crisis nos va a permitir aprender para cambiar, o sea generar una economía más real que cree riqueza sostenible, no sólo dinero, que sea menos virtual y menos destructora de valor social.

Pensar en construir cambios reales para la sociedad es hablar de innovación social, de resolver contradicciones profundas de una manera creativa, donde se valoren de otra forma las actividades laborales, sociales, educativas, sanitarias y relacionales. Esto es imprescindible para salir no sólo de la crisis –esto requiere mucho tiempo- sino del modelo que la ha creado y engordado dentro del sistema social hasta su actual dimensión. Por ejemplo citemos una contradicción habitual; si decimos que las personas son los activos más importantes de las empresas, ¿por qué las titulaciones de humanidades que poseen un conocimiento explicito en estos campos no encuentran trabajo en las empresas? ¿Qué pasa? Que en el fondo tenemos una contradicción no resuelta ni manifestada y es que junto a esta primera afirmación -acerca del valor de las personas- también decimos que estos trabajos no son productivos –son sólo coste- y por ello este tipo de empleo atenta contra los resultados de la empresa. La solución a esta contradicción pasa por conseguir que este trabajo contribuya a la rentabilidad de forma directa o indirecta, y a la vez mejore la contribución del conjunto de las personas. Alguien dirá “pero no es fácil”. De eso se trata, de resolver problemas no fáciles, eso es el trabajo de nuestros tiempos – las máquinas hacen el otro- y aquí está el mérito de los que tienen que saber liderar, legislar y dirigir organizaciones y personas.
Hemos de dar paso a formular -ante el modelo origen de la crisis- la innovación social como respuesta construida creativamente alrededor de los tres pilares que la soportan: la persona y su dignidad como foco de la innovación, excluyendo relaciones de dominio y de marginación, el conocimiento y la tecnología como soportes de nuevas posibilidades para resolver problemas y por último la sostenibilidad en los recursos económicos y ambientales. Necesitamos activar nuevas formas de valoración de los oficios, de explicar la razón de ser de las cosas, de activar la sensibilidad en la valoración ética de lo que ocurre, de saber identificar, expresar y resolver las incoherencias constantes, de asumir nuestras responsabilidades personales y profesionales, y de recalificar la aportación social de los medios de comunicación – lo que se aplaude crece, como bien dice José Antonio Marina-. Todo ello para creer que es posible cambiar lo que siempre se califica como inamovible, cuando decimos “debería…., pero es muy difícil y por lo tanto abandonamos”.

La innovación social tiene que ser atrevida, viable y sostenible, y llevada adelante por grupos innovadores. Atrevida por su ruptura con esquemas caducos, viable porque contiene, por su diseño, nuevas formas de generar valor -en un gana gana creativo- y por último sostenible para garantizar un crecimiento y expansión a lo largo del tiempo, llegando a consolidarse como una práctica social de progreso. ¡Animo! y encuentre las contradicciones y conflictos en los que nos movemos. La solución al conflicto no está en la mitad salomónica cediendo una parte lo que la otra gana, sino creando una solución nueva que reúna ventajas para ambas. La encontrará en el cruce de tres calles que se llaman dignidad, conocimiento y sostenibilidad. Busque amigos para viajar en esta nueva ciudad, en Aptes (www.tecnologiasocial.org) puede haber algunos, con los que compartir y encontrar soluciones. Tenemos mucho que innovar en lo social ahora que la crisis nos descubrirá muchas contradicciones y en un momento en el que la tecnología nos ofrece muchas posibilidades, para mejorar la calidad de vida y también el espacio donde vivimos

Juan José Goñi Zabala
Miembro de APTES y del Ícaro Think Tank

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