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Comer y descansar para aprender

Tras la investigación previa y la publicación del libro de Nieves Maya y Santiago Rivero: “Conocer el cerebro para la excelencia en la educación”, la coautura ha seleccionado unas pautas sencillas, basadas en conocimientos científicos y contrastados experimentalmente que puedan mejorar el aprendizaje. Estas orientaciones pretenden crear hábitos adecuados para el cerebro, hábitos relacionados con la alimentación (I),con el descanso (II), con el sueño (III), con el ejercicio físico (IV), con el ejercicio mental (V) y con el equilibrio emocional (VI).
Hay dos principios que están en el punto de partida:
El cerebro se puede y se debe mejorar:
– Mejorar el cerebro, mejora el aprendizaje.

I.- COMER PARA APRENDER. ENERGÍA PARA EL APRENDIZAJE

El cerebro es un órgano que constituye el 2% del cuerpo y gasta el 20% de su energía.

Para funcionar correctamente el cerebro requiere oxígeno, ácidos grasos, agua, proteínas y glucosa. Su fuente de energía es la sangre, recibe 36 litros a la hora. La calidad de la misma, especialmente su riqueza en oxígeno puede ser potenciada gracias al ejercicio físico. El cerebro utiliza 1/5 parte del oxígeno del cuerpo.
Los ácidos grasos de cadena larga, omega-3 y omega-6, son vitales para el desarrollo adecuado del cerebro, ya que componen las membranas celulares que constituyen un 30% del cerebro. Son necesarios para la sinapsis cerebral y para el funcionamiento de los ojos. Los ácidos grasos de cadena larga son muy deficitarios en la dieta occidental y se encuentra en pescados como el salmón, arenque o atún.
El cerebro está constituido en, más de un 80%, por agua; por lo tanto, debemos prevenir la deshidratación, ya que podría dañar funciones cerebrales como la concentración y la memoria. El cerebro “gasta” entre 8 y 11 vasos de agua al día.
Sin embargo, el cerebro obtiene la mayor parte de su energía de la glucosa, que es transportada por la sangre. Es por ello que el desayuno, al incluir un aporte de glucosa, influye tanto en el aprendizaje.
El desayuno es esencial para el cerebro, ya que proporciona una ingesta de glucosa importante sin la cual muchas funciones cerebrales se resienten. Es importante a su vez que durante el día se cuide el aporte necesario de agua, nutrientes y glucosa, ya que estos elementos vitales no son producidos por el cuerpo y por lo tanto, han de ser ingeridos. La ciencia evidencia que una dieta con un buen desayuno y ácidos grasos contribuyen a la salud y al aprendizaje.
El período prenatal y los cinco primeros años de la vida de una persona son claves para el desarrollo del organismo, en general, y para el cerebral, en particular, puesto que es una etapa de desarrollo de las membranas y de la mielina de las neuronas durante la que los alimentos ricos en proteínas son muy recomendables.
También es importante ingerir alimentos que favorezcan el descanso, especialmente por la noche, pues de su bondad depende el rendimiento de la atención y de la memoria.
No debemos olvidar que una dieta correcta ayuda al aprendizaje

II.- DESCANSAR PARA APRENDER


Es una realidad que el aprendizaje necesita tiempo y reposo para que su huella se grabe en el cerebro, y para lograrlo es recomendable que tras un nuevo aprendizaje se dé un tiempo de descanso.

Hay que partir de la base de que la atención es necesaria para aprender. Además nuestra capacidad de atención es limitada en dos sentidos:

– Por un lado, el ser humano no es capaz de atender adecuadamente a dos cosas a la vez.

– Por otro lado, hay que tener en cuenta que la capacidad de atención de la persona es limitada en el tiempo.
En las personas adultas la concentración para lograr un buen rendimiento en una tarea es aproximadamente de 45-50 minutos. Tras este período se necesitará un descanso de 10-15 minutos para estar de nuevo preparado para rendir en el aprendizaje. En este tiempo el cerebro también aprovecha para grabar lo que se ha aprendido. Tras tres ciclos con esta cadencia, el cerebro necesitará un período más largo de descanso, de aproximadamente media hora, para poder seguir rindiendo adecuadamente. Tras dos períodos de tres ciclos se necesita un descanso más largo, que puede abarcar desde dos o tres horas hasta una noche entera de sueño.

Evidentemente, en el caso de los niños estos períodos se acortan, es necesario cambiar más frecuentemente de actividad y que los períodos de descanso sean más abundantes (no tiene porqué ser más largos).

Desde luego una idea debemos tener clara: si intentamos aprender muchas cosas nuevas a la vez o muy seguidas en el tiempo y no se respetan los momentos de reposo, lo único que se consigue son interferencias entre los diferentes aprendizajes. Podremos llegar a ese estadio de “pseudo-aprendizaje” que todos hemos experimentado alguna vez (cuando algo “nos suena”), pero que no permite la evocación del recuerdo, es decir, no hay aprendizaje real.

Estas consignas, que están demostradas en investigaciones científicas, hay que tenerlas en cuenta a la hora de programar las actividades de estudio. Las sesiones de media hora de estudio o de una actividad similar pueden ser muy útiles para los niños de Infantil y Primaria y pueden alargarse hasta casi la hora en los adolescentes y jóvenes. Pero, si queremos aprender no hay que olvidar que tienen que ir seguidas de períodos limitados de descanso.

Es tan importante programar los tiempos de aprendizaje como los tiempos de descanso. Ninguno de ellos debe alargarse más de lo necesario, si no se perdería el contacto con la tarea propia del momento, en este caso, el estudio.

Una programación adecuada y bien ejecutada de los períodos de estudio es garante de un buen aprendizaje.

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