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El gobierno de las emociones

«El gobierno de las emociones» es el último libro de Victoria Camps, catedrática de filosofía y miembro de nuestro Ícaro Think Tank. Por este libro ha sido galardonada hace unos días con el Premio Nacional de Ensayo 2012 concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. 
 
En su libro, Victoria Camps somete a investigación las emociones y plantea muchas y muy interesantes preguntas: ¿Qué lugar ocupan la vergüenza, el miedo, la compasión, la confianza o la autoestima en la formación de la personalidad moral? ¿Nos gobiernan las emociones? ¿Son positivas para el discurso político? Porque las emociones, en su opinión, no son algo que padecemos, son algo que hacemos y tenemos que aprender a sentirlas en las circunstancias oportunas. «Educar emocionalmente implica tanto determinar qué debe emocionarnos, como la medida en que debemos emocionarnos», afirma.
 
Victoria siempre prefiere hablar de emociones o afectos en lugar de pasiones, porque las pasiones como indica su nombre implican emociones que nos sobrevienen, que padecemos y que casi no podemos controlar. Para la autora, precisamente el gobierno de las emociones es el cometido de la ética: «la ética o la moral deben de entenderse no solo como la realización de unas cuantas acciones buenas, sino como la formación de un alma sensible«.
 
En su estudio de las emociones, Victoria Camps nos descubre que los afectos no son contrarios a la racionalidad; es más, sólo desde ellos se explica la motivación para actuar racionalmente. Sólo un conocimiento que armonice razón y sentimiento incita a asumir responsabilidades morales. Gobernar las emociones es adquirir madurez moral.
 
La profunda investigación de Victoria sobre estas grandes cuestiones le lleva a citar a Hume, Spinoza y Aristóteles, y también a una amplia bibliografía más actual sobre psicología moral. En este trabajo, Camps señala la importancia de tener en cuenta que «la verdad nunca es transparente, clara ni fácil de transmitir». Y advierte «la razón no tiene capacidad para convencernos de que seamos decentes», tesis que avala con un amplio repaso a Spinoza, citando también aquella frase tremenda de Hume: «No hay nada irracional en preferir que se hunda el mundo a que nos pinchemos un dedo».
 
Interesantes refexiones… ¡Felicidades Victoria!
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