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El valor de la experiencia

Erase una vez un joven ingeniero de
una empresa de ingeniería que trabajaba en un proyecto de una nueva planta de
proceso de una empresa petroquímica. Tenía que diseñar  y calcular el tipo y capacidad de un
intercambiador de calor en una torre de destilación. Y, orgullosamente,
presentaba su resultado a un ingeniero mayor de la empresa cliente.

A este ingeniero le parecía la
solución del joven ingeniero un poco “rara”. Y le dijo “esto no puede ser
correcto”. El ingeniero mayor tenía años de experiencia sobre las espaldas y
había visto multitud de intercambiadores de calor en múltiples aplicaciones y
condiciones, y para una variedad de procesos y productos. Lo que había diseñado
el joven ingeniero se salía de sus esquemas almacenados en la memoria de su
cerebro. El joven ingeniero contestó que había hecho los cálculos con el ordenador
y usando el programa de cálculo  adecuado,
y que por lo tanto el resultado debía ser correcto.

Sin embargo el ingeniero mayor,
al investigar los datos y la información que el joven ingeniero había utilizado
como “inputs” al programa de cálculo, veía que algo no encajaba con “las buenas
prácticas” de la ingeniería. Es que para introducir la información en el
ordenador necesitaba saber algunas cosas que no le habían enseñado en el aula
de la universidad y que solo la experiencia práctica te puede enseñar.

Este cuento es algo que realmente
ha pasado, aunque no exactamente como está escrito. Su moraleja: Las
tecnologías de la información son herramientas muy potentes pero no pueden
sustituir a los conocimientos adquiridos por la experiencia. La herramienta no
se equivoca, el que se equivoca es el usuario. Y por esto es importante que los
jóvenes titulados practiquen, y que los menos jóvenes sigan formándose y sigan “experimentando”
para aumentar su experiencia. Porque la experiencia se adquiere por el
experimento.

¡Feliz año 2013!
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