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Vivir del desacuerdo o el oficio del bombero pirómano

Vivir el desacuerdo o el oficio de bombero pirómano es una artículo de Juan José Goñi. El señor Goñi, nacido en San Sebastián, realizó la carrera de Ingeniería Superior Industrial que concluyó en 1973 y la Tesis Doctoral en el 2001 sobre un Modelo de Innovación para la Empresa. Actualmente es director de Desarrollo de Personas de Tecnalia. Diplomado (2002) de Estudios Superiores en Nuevas Tecnologías y Discapacidades por la Universidad de París .Viene trabajando desde 1990 como consultor especialista en el cambio, la innovación y las personas, y es profesor universitario en Postgrado en la Universidad de Deusto, de Mondragón y Pais Vasco. Es autor del Modelo Capital Innovación (MCI) y de articulos y libros como “El cambio son personas» y » Talento, tecnología y tiempo: los pilares de un progreso consciente para elegir un futuro”. Fue socio fundador de de APTES, Asociación para la Promoción de la TECNOLOGÍA SOCIAL. Investiga en la aplicacion practica de nuevos conceptos de gestión como los ciclos mentales, la generación de valor en las redes, y la etica de distintos.

Es miembro del ÍCARO THINK TANK de NSF.
El artículo que presentamos ya fué publicado por el diario Deia en el año 2008 sin embargo cobra más fuerza que nunca si realizamos una pequeña observacion de los fenómenos que vemos a nuestro alrededor.

«En primer lugar decir que aprecio mucho el oficio de bombero como de alto valor para la comunidad, y que les pido permiso o perdón a estos profesionales por usar así esta expresión. Lo hago por lo didáctica que pueda ser para explicar lo que pretendo. No son pocas las veces en las que no encontramos sentido a algunas cosas con las que convivimos diariamente. Decimos que son las paradojas de la vida y seguimos adelante como si nada. Con decir que siempre han sido así, nos sentimos satisfechos y por tanto por qué cambiar. Tampoco hay que caer en la postura de ser un crítico de todo, un poco amargado con esa actitud
intolerante y continua que concluye en que son los otros los que tienen la culpa de todos los males, y por eso todo está tan mal. Pero si puede ser importante analizar con un poco de profundidad alguna de estas paradojas de la vida.

La paradoja que hoy queremos traer a escena es aquella en la que ocurre lo siguiente: “cuanto peor hago algo, más me beneficio yo y más perjudicado se queda aquel al que teóricamente sirvo”. Por simplificar ¿Qué pensaríamos si nos piden como explicar el comportamiento de un “bombero pirómano”? Nos vendría a la cabeza la idea de que esto se podría explicar por la necesidad de justificar un trabajo que el bombero sabe hacer pero que no existe, y como consecuencia hay que crearlo. Cuantas veces nos dicen que antes de vender algo hay que crear la necesidad, y nos parece muy sensato. Y en esta línea de reflexión les propongo
recorrer oficios de las personas que honestamente viven de los desacuerdos. Los hay de tres tipos. Por una parte están los que construyen soluciones o arreglan problemas de otros alejados de los desacuerdos. Por otra están los que tratan de arreglar los desacuerdos que existen entre dos partes distintas de ellos mismos, son los mediadores. Su labor no es fácil, por lo enconado de los conflictos y muchas veces los resultados son descorazonadores. Y por fin están los que viven de los desacuerdos que ellos mismos crean. Son profesionales del oficio de la polémica, no sólo de la política, que siendo personas competentes, lo que no pongo en duda, conviven en un sistema que crece más en actividad y en complejidad en tanto que el desacuerdo se agudiza y se alarga. Y por otra parte en ese sistema apenas hay mecanismos que tienden a evitar de antemano el desacuerdo, salvo situaciones de gran crisis como la vigente.

Un sistema así nos presenta paradojas de forma continua. Existen casos en los que ni el éxito ni el fracaso de algo dependen de la gestión de estas personas, pero la atribución de méritos o responsabilidades es una fuente inagotable de conflictos y de desacuerdos. Basta con que una parte se apropie de una idea, presente una iniciativa o dé una explicación en una dirección, para que la otra parte busque como construir el desacuerdo, y rápidamente comience a expresarlo. Las expresiones son casi estándares; no confiamos en la voluntad de, la manifestación es sospechosa de, nunca hasta hora se había expresado así, sabemos de buena fuente que opina de otra manera, en iguales circunstancias en el pasado dijo otra cosa,.. y un sinfín de piezas dialécticas de la construcción del desacuerdo. Así se forman los titulares de prensa, y de aquí se seleccionan los temas sobre los que ser entrevistado para tener contenidos y estar presente el próximo día, para llenar los periódicos de polémicas o para presentar a los ciudadanos la imagen de una frenética actividad en su defensa.
El llamado papel de la oposición en el juego democrático consiste en esto, en el desgaste progresivo de la parte que gobierna para que las encuestas de opinión basculen en un sentido favorable, a la espera de las próximas elecciones. Esta puja que es interesada y se escenifica todos los días, lean este u otro periódico, se llena de mensajes tendenciosos con propuestas alternativas, con faltas de rigor y a veces con ciertas dosis de falta de educación. Todo es el producto de la tarea de ocupar zonas sensibles de la opinión pública y de alargar el tiempo para negociar. ¿Nos imaginamos quien paga este escenario? ¿Y a los actores? Y sobre todo, lo que es más importante, cuánto tiempo se tarda en progresar, en salir de agujero de los problemas y asomarse a la luz de las soluciones. En ocasiones se califica de qué tal avance es imposible.
Es habitual escuchar que un grupo político de la oposición está decidiendo sobre qué programa de la política del gobernante de turno va a actuar de forma preferente, es decir cuál le va a de servir como materia prima sobre la que construir el desacuerdo. El periodista lo comenta como una noticia más, está acostumbrado a oírlo y así nos lo cuenta, y no nos enteramos de que se trata una vez más de la repetida estrategia del bombero pirómano. No nos damos cuenta de que los bosques son nuestros impuestos y nuestro progreso y que así las soluciones a los problemas nunca llegan. Quien instintivamente opera así, aunque puede decir con naturalidad que esas son las reglas del juego, debería sentir que esta actuando como un bombero pirómano. Quien no gobierna, no piensa tanto en cómo trabajar para lograr ventajas reales para los ciudadanos, esta vez gobernados por otros, sino que su preocupación y sus tareas se concentran más a menudo en cómo generar un gran espacio de desacuerdo, siempre bien documentado, donde volcar su actividad. También ocurre lo contrario. Si es quien gobierna, piensa en cómo protegerse porque ese ataque en sus puntos más débiles ha de ser inminente. Si es con muchos datos y aprovechando la coyuntura mejor; hoy el tema estrella sería sin duda la crisis económica, como lo estamos viendo, es lo normal. Se trata de un modelo de relación basado en la desconfianza y en el acecho, para generar el desacuerdo como modo de interacción. No es de extrañar que los ciudadanos confíen muy poco en este perfil profesional, el político.
A esto llamamos el juego democrático, yo le veo poco de juego y más de guerra fría. Hace unos días a las
hipotecas basura llamábamos préstamos de poca solvencia (subprime) y ahora estamos donde estamos. Para los ciudadanos de a pie, este comportamiento de gobierno y oposición nos puede recordar los interminables trabajos de Penélope, que esperando a que Ulises llegase cuando hubiera terminado de tejer, destejía por la noche lo realizado por la mañana. La sensación de que algunos viven de esta situación ficticia, en el desacuerdo recreado como medio para desarrollar su propia actividad, explica las interminables negociaciones de muchos representantes públicos para los que la eficacia y la rapidez en la solución parece que no les conviene, y por ello generan muy poco valor real para el ciudadano. Les vale mas la pena defender posiciones limites, irreconciliables durante mucho tiempo, porque mientras haya debate hay ingresos, actividad, popularidad, salarios y negociación. Parece que los resultados rápidos y valiosos en esta ocasión no son el objetivo de su actividad.

Propongo sin acritud, y de verdad, que pensemos en quiénes son nuestros bomberos pirómanos más cercanos, o si lo somos nosotros mismos -que puede ser- y en qué lo somos, en los servicios, en la economía, en la política, en los contratos laborales, en la justicia y en la salud, y que procuremos decírselo o decírnoslo si así lo entendemos. Procuremos ser sinceros y no hacer mucho de nuestra parte para que se instalen más personas en estos oficios (bombero pirómano), que diciendo estar al servicio de otras personas, viven en y del desacuerdo interesado.

Evitemos que prosperen y vivan de nuestros recursos siempre limitados. Deberíamos buscar y valorar mucho más a quienes no crean desacuerdos innecesarios, a quienes los reducen o más bien a los que saben compaginar y crear espacios de consenso desde el origen, sin sobresaltos, aunque no salgan tanto en prensa o hagan tanto ruido. ¡Ánimo y a localizar a los bomberos pirómanos que andan por ahí cerca y proponerles de común acuerdo que cambien el enfoque de su oficio. (pensemos por ejemplo en proponer al bombero pirómano que actúe preventivamente e instale sistemas antiincendio, o a los gestores de esas entidades financieras que han desencadenado nuestra crisis, que no trasladen problemas a otros a precio de oro). Les aseguro que les vendrá muy bien a ellos y también a nosotros».

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