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De la experiencia local a los modelos globales: ¿qué problemas, qué cuestiones?

Artículo extraído de los archivos del Centro Tricontinental (CETRI), fundado en 1976 como centro de estudio, publicación, documentación y educación permanente sobre el desarrollo y los informes Norte-Sur, con sede en la Universidad de Lovaina la Nueva, Bélgica. Por Bernard Duterme, sociólogo y director del CETRI.
En los últimos años, el conjunto de crisis alimentaria, financiera, económica, climática, energética, medioambiental, etc… ha hecho más evidente las limitaciones estructurales del «capitalismo global» como modelo predominante sin ningún tipo de contrapoder. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha ampliado el abanico de los que no están de acuerdo y sus protestas van más allá de las fronteras habituales.
Pero, ¿cómo poner en orden la profusión de críticas, iniciativas, propuestas y perspectivas alternativas? ¿Convergen ellas en la definición de un nuevo modelo de desarrollo y quién las llevaría dentro de la construcción de un nuevo «sujeto social»? En concreto, se trata de establecer las condiciones de la articulación entre iniciativas locales y avances de una utopía nueva hacia una escala mundial…

Según Bernard Duterme hay dos hipótesis para responder a estas preguntas: una optimista y otra pesimista. La primera de ellas es la hipótesis de la diversidad articulada, proactiva y que toma la dinámica desde arriba. La segunda, la pesimista y más realista, señala las trampas que existen en verdad sobre las condiciones -no encontradas aún, pero necesarias- para la convergencia de las alternativas desde lo local a lo global. Esta es la hipótesis de las diferencias y las trampas todavía no superadas.

Los partidarios de la hipótesis de la diversidad articulada, especialmente promotores de Foros sociales y Movimientos altermundialistas, opinan que sí existe articulación entre reivindicaciones y proyectos alternativos como la tasa Tobin sobre las transacciones monetarias internacionales, la cancelación de la deuda del Tercer mundo, la abolición de los Paraísos fiscales o la eliminación de obstáculos al desarrollo de economías dependientes.
Los observadores optimistas van a diagnosticar, sobre esta convergencia dinámica alternativa, la aparición de una «nueva perspectiva emancipadora» (Ph. Corcuff) que actualizará las aspiraciones pasadas y renovaría las más recientes. Se basa esta nueva perspectiva en los registros ecologista, feminista, individualista y cultural. Y no sólo se trata de reequilibrar el discurso dominante sobre los derechos, articulando los derechos civiles y políticos, económicos, sociales, culturales, los derechos de los pueblos, los derechos a la alimentación, a la salud, al trabajo, a la vivienda, etc., sino también de ampliar la perspectiva a otros aspectos de la vida comunitaria, esencial en la dignidad humana. En definitiva, indivisibles y no jerárquicos, derechos individuales y colectivos, y el conjunto de luchas que buscan confirmarlos o defenderlos.
En resumen, tendríamos verdaderas convergencias cuyo objeto es limitar la influencia del mercado y del capital en la vida, y desarrollar la participación democrática. O dicho de otra forma, la «redistribución» de los recursos y las riquezas, el «reconocimiento» cultural, el «respeto» por el medio ambiente y la «revalorización» de la democracia, unen una diversidad de actores e iniciativas articuladas.

La segunda hipótesis, la de las divergencias y las trampas realmente existentes, se centra en las condiciones que no se cumplen para la articulación de alternativas. Un primer ejemplo se refiere a la división teórica y práctica entre la corriente autogestionaria, centrada en los «cambios desde abajo», y la corriente política centrada en los «cambios desde arriba».
Otro ejemplo significativo se refiere a la división entre los «altermundialistas» y los «antiglobalización», es decir, entre los partidarios de más globalización y los de menos globalización. En breve, si los «más globalización» se movilizan primero para una verdadera regulación política supranacional, para una nueva arquitectura institucional internacional (más democrática, más representativa, más transparente), para una organización mundial de comercio y de finanzas promotora de intercambios justos; los «menos globalización» sin embargo tienden a percibir la lógica de esta última como una empresa de despojo de la soberanía de las naciones o de los pueblos. Despojo del control, en la base, de las cuestiones sociales, económicas, ambientales y culturales, para los partidarios de un enfoque micro o localista del desarrollo, del control ciudadano, de la reapropiación comunitaria del futuro de las sociedades.
En definitiva la conclusión diplomática que extrae el autor es que los temas no resueltos que atraviesan las convergencias de los actores sociales, que se oponen al modelo de desarrollo dominante, y los promotores de alternativas creíbles y democráticas, son los mismos desde el comienzo de la década de 2000: ¿Qué identidad plural (¿unificación o construcción de puntos de referencia comunes de respeto a las diferencias?) y ¿cuál estrategia organizacional para qué efectividad política? O incluso: ¿qué anclajes sociales para cuál relación con la política?

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