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Islandia, la revolución silenciada

El periódico «El Imparcial» en su edición del 20 de marzo de 2011, publica una entrevista con el analista político y profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED Jaime Pastor, quien opina que hay otra vía para salir de la crisis.

Una revolución pacífica en la que los ciudadanos expulsan a los políticos y toman el poder ha sido silenciada en todo Occidente. Es la revolución islandesa y comenzó hace dos años.

Mientras los medios de comunicación se han volcado en informarnos puntualmente sobre las revueltas árabes, los cambios de gobierno en Túnez y Egipto, y la violenta actuación del régimen de Gadafi, en Islandia se está produciendo una revolución pacífica que comenzó en 2008. Después de que la quiebra de Lehman Brothers llevara a la bancarrota a su país, los islandeses salieron a la calle para protestar pacíficamente por la situación. El 93 % de la población votó en referéndum su oposición al pago de la deuda, producto de la crisis financiera, a Gran Bretaña y Holanda. Sus quejas obtuvieron resultados inmediatos: el gobierno dimitió en pleno, se eligió un nuevo Parlamento y se convocó una Asamblea de 25 ciudadanos sin filiación política que desde el pasado mes de febrero están trabajando en un proyecto de Constitución.

La de Islandia no es una revolución al estilo árabe donde los ciudadanos claman por sus derechos, la islandesa es una revolución que parte de una crisis financiera a la que los ciudadanos hacen frente negándose a pagar sus costes para buscar a los verdaderos culpables de la situación. Es una salida «antineoliberal» a la crisis financiera.
Sin embargo, no se habla de Islandia en los medios de comunicación. ¿Por qué? ¿Existe miedo por parte de la clase política de perder el protagonismo en favor de los ciudadanos, tal y como ha sucedido en Islandia? ¿Qué intereses tienen los políticos occidentales para acallar este ejemplo de civismo?


Quizá la respuesta sea, como señala el profesor Pastor, que existe otra vía de respuesta a la crisis diferente a la socialización de las pérdidas. Los islandeses lo saben. Gracias a la presión de una población que no quiere pagar los costes de una crisis que no ha provocado, en Islandia se está produciendo una revolución cívica, pacífica y silenciada.
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