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Cooperar creativamente para transformar

Cada día que pasa sentimos que
estamos abocados a un cambio sustancial en los modos de relación en la sociedad
y en los colectivos humanos de todas las dimensiones: empresas, instituciones,
colectivos sociales y familias. Pero no es fácil pasar de esta sensación de
necesidad real a la acción, porque nos faltan los hábitos personales y los
mecanismos sociales, institucionales, empresariales y políticos, básicos de la
cooperación. Nuestra manera de convivir se ha basado más en la
individualización de las necesidades que en la socialización de las mismas y
por ello estos mecanismos personales no están interiorizados ni expresados en
comportamientos sociales de cooperación reconocidos. Esto es tan así, que
cuando la prensa expone un proceso intensivo en cooperación se considera
noticia, es decir lo extraordinario frente a lo ordinario que son las ganancias
y logros individuales de países, personas o empresas.

La complejidad creciente y las
relaciones se han abordado a través de la fragmentación del divide y vencerás,
de lo mío qué, y del sentido de competición permanente con el más próximo, y
ahora con el lejano. No han importado mucho los costes generados en el otro si
los beneficios personales son cuantiosos, y hemos hecho cierto eso de que los
máximos locales no se corresponden con máximos globales. La crisis nos está
haciendo ver cómo la fragmentación mental de los intereses particulares conduce
a pesar de la globalización, como culto a la economía de escala mundial, a resultados
paralizantes y de pobreza colectiva.

La cooperación como solución, tiene
también perfiles e interpretaciones que merecen matizaciones para un buen
entendimiento de su potencial. La cooperación al desarrollo es una forma de
entender la cooperación como una relación asimétrica de la cooperación en el
sentido de una transferencia de recursos que permiten abordar problemas
críticos de sociedades con carencias básicas. La cooperación en régimen de
intercambios de recursos y capacidades complementarias, es otra forma de
obtener ventajas cruzadas a través de resolver carencias complementarias. Esta
forma de cooperación es muy evidente y se remite a transacciones de carácter
empresarial o individual, en las que los intercambios de valor son evidentes.
Hablamos de la cooperación para compartir lo existente o para intercambiar con
sentido bienes o servicios. Es una segunda interpretación.

Hasta aquí la cooperación es
natural y se basa en una eficiencia externa, de recursos, y no requiere de
mayores espacios de confianza y aprendizaje personal y social. Tal vez abusamos
del término colaboración cuando nos referimos a los acuerdos de prestación de
servicios o venta de recursos. Pero esto ya no nos basta. Necesitamos abordar
una cooperación creativa en la búsqueda de innovaciones sociales que
representen nuevos modos de relación en un espacio de mayor desarrollo de
intangibles sociales, esos que superan y sustituyen en muchos casos a los
recursos económicos en la escala de valores que viven las personas.

La cooperación para transformar
se sustenta en una distinta escala de principios que la cooperación para
compartir o intercambiar recursos. La primera se fundamenta en la resolución
creativa de intereses mientras la segunda en la balanza económica del valor de
las cosas y las necesidades inmediatas. La cooperación para transformar, es la
vía del cambio que nos espera. Cambio en la escala de comprensión de lo que es
valor social y cambios en los modos de relación individual y colectiva. El
capital social es mucho más que los recursos económicos e irá en aras de la
sostenibilidad, como eje conductor, asociando otros activos sociales como el
bienestar, el conocimiento, la cultura, el medio ambiente, y la confianza, como
activos redescubiertos que poner en común, y sobre los que transformar los
mecanismos de conducta y creación. Pero además del surgimiento de los nuevos
fines y valores, consistentes en crear y reproducir esos seis capitales
sociales como orientación de los principios políticos, aparecerán otros modos
de relación individual a través del entrenamiento en lo cooperativo. Y este
entrenamiento en la conservación y crecimiento de estos nuevos recursos será el
eje conductor de la educación infantil en lo relacional con el entorno y los
individuos.

La cooperación debe progresar
desde el compartir al cocrear espacios nuevos, donde los fines económicos
vigentes se superen, al introducir nuevos activos y valores sociales, hoy muy
ocultos, y donde la educación en la creatividad y en la cooperación sean las
herramientas con las que se educa a los individuos y se organiza el progreso.

Juan José Goñi, Icaro Think Tank de Novia Salcedo
Fundación

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