El acuerdo de Cancún, firmado en diciembre de 2010, se inscribe en la lógica esbozada el año anterior en la conferencia de Copenhague y se aleja cada vez más de la del Protocolo de Kyoto, según el análisis del departamento de Desarrollo Sostenible en el Centro de Análisis Estratégico del Gobierno de Francia.
El Protocolo de Kyoto vence en 2012. Su necesaria continuación se empezó a gestar en la Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático de Bali 2007, estando prevista para Copenhague 2009. Tras el fracaso de ésta, la Cumbre de Cancún (2010) restableció la ruta hacia una renovación de Kyoto en la Cumbre de Durban a finales de 2011.
El texto reconoce la necesidad de contener el aumento de la temperatura media mundial a 2º C, base de nuevos instrumentos de solidaridad internacional y toma nota tanto de los objetivos de reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero (GES en sus siglas en francés) propuestas por los países desarrollados de aquí a 2020 como de las políticas climáticas iniciadas por las naciones en desarrollo. Este acuerdo tiene el inmenso mérito de relanzar la cooperación climática de la ONU. Desgraciadamente, las promesas actuales de los Estados no bastan para garantizar la preservación de nuestro sistema climático.
Si el reto más realista del próximo encuentro a finales de 2011 en Durban es el de volver operativa esta arquitectura «bottom up», el principal desafío de las futuras negociaciones será dirigir los países a relevar ellos mismos el nivel de sus esfuerzos. Otra prioridad a largo plazo consiste en definir los principios de un nuevo acuerdo mundial y a inventar herramientas económicas eficaces, susceptibles de acelerar la lucha contra el cambio climático, a falta de un precio único mundial del carbón. En fin, la conferencia de Durban debe preparar la perennidad de los instrumentos salidos de «la era Kyoto» después de 2012, en particular aquéllos que permiten compensar emisiones de GES por acciones en los países en desarrollo.