Hoy 21 de febrero es el “Día Internacional de la Lengua Materna”
de las Naciones Unidas porque, como se dice en la página web:
“Los idiomas, con su compleja imbricación con la identidad, la comunicación, la integración social, la educación y el
desarrollo, son factores de importancia estratégica para las personas y para
todo el planeta. Sin embargo, a causa de los procesos de mundialización, pesa
sobre las lenguas una amenaza cada vez mayor de extinguirse o, en algunos
casos, algunas ya están desapareciendo completamente. Con la extinción de los
idiomas mengua también la rica urdimbre de la diversidad cultural. Se pierden posibilidades, tradiciones, recuerdos, modalidades únicas de pensamiento y expresión; recursos valiosos necesarios para lograr un futuro mejor.
sistemas educativos y al dominio público, y menos de un centenar se utilizan en el mundo digital.
Conocer varias lenguas es hoy indispensable en tu currículo para encontrar un empleo de calidad, aquí y en el extranjero.
¿Cuál es mi lengua materna? Ya no estoy seguro. Cuando era joven sí lo estaba: era la de mi madre, el flamenco (el neerlandés hablado por los flamencos). Pero ahora también tengo otra, la de mi “madre política”, el español o castellano (que empecé a aprender con discos “Asimil” durante la mili en 1960). En cierto modo también el francés porque de niño jugaba con un niño francófono, vecino mío en mi ciudad natal, Bruselas. Y en la calle hablábamos el dialecto de Bruselas, una mezcla de flamenco y francés con acento típico. “ Chaval” en bruselense significa “Ket”. Un médico, Profesor Emérito de la Universidad de Lovaina, Dirk Lahaye, que fue compañero mío de secundaria en el colegio de Jette (un municipio del área metropolitana de Bruselas), ha escrito un libro, en gran parte en dialecto de Bruselas: “De Ket van Jette”. Mi padre y yo estamos en la foto de la portada (foto del autobús que llevó el coro del colegio a Lourdes) pero nadie podrá reconocerme, porque entonces era un «ket». La lengua materna no tiene edad, la cara de una persona sí.Hoy tenemos que desempolvar los diccionarios lingüísticos de nuestras bibliotecas. Pero es mejor tenerlos siempre a mano. Usar el traductor de Google no es suficiente. Es una buena ayuda para entender un idioma. Para
escribir en él también ayuda pero no es suficiente, tiene una inteligencia “artificial” imperfecta, no “real”. Un buen profesor o profesora, sí ayuda.






