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Jóvenes en Guerra; Una Historia de Siempre

Este año 2014 se han celebrado los
aniversarios de dos acontecimientos bélicos que tuvieron gran trascendencia en
la historia de la humanidad. El primero de ellos es el 70 aniversario de la operación ‘Overlord’
que abrió el tan esperado –especialmente para Stalin- segundo frente durante la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). El desembarco de las tropas aliadas en Normandía
supuso “el final del principio” en palabras de Churchill.
El acontecimiento reunió a un
gran número de representantes institucionales de los países que participaron en
la contienda, entre ellos Obama y Putin.  Incluso acudieron los veteranos que desembarcaron
en aquella lluviosa mañana del 6 de junio de 1944. Uno de ellos, logró
presentarse a las celebraciones tras fugarse del centro residencial donde vivía.  Sin duda, su última ‘misión especial’.

Una de las ‘once magníficas’ de Robert Capa. / Magnum
El segundo de los acontecimientos
está cargado de un simbolismo especial para el continente europeo. El asesinato
del Archiduque Francisco Fernando aceleró la explosión del ‘juego de alianzas’
que décadas antes el Canciller de Hierro Bismarck fue confeccionando. A lo
largo de cuatro años, Europa se vio sumida en el caos en los campos de batalla.
Si en un primer momento de la guerra, parecía que el enfrentamiento sería
breve, el estancamiento del frente produjo que los soldados se atrincheraran
para mantener el terreno ocupado. El desconcierto entre los combatientes sobre la
duración de la contienda era un motivo de preocupación entre los combatientes, como
lo demuestra esta carta que escribió un joven en el frente a su esposa y que ha
sido rescatado de los archivos británicos con motivo del centenario:  «Querida, esta guerra va a ser peor de lo
que pensaba, algunos parecen pensar que no va a durar un mes y algunos dicen
que tendrá una duración de tres años, los oficiales nos dijeron esta mañana que
sería una guerra dura y larga (…) Si me matan en servicio activo, habrá una
medalla para mí en alguna parte y espero que trates de guardarla para el niño,
para que la use cuando sea grande».
 A partir de entonces y durante tres años, el
precio por cada palmo de terreno conquistado se pagó muy caro en vidas humanas.
Barro, lágrimas, sangre y pólvora se entremezclaron de la manera más trágica
posible. La ‘Gran Guerra’ se cobró la vida de millones de personas que estaban
destinadas a ser la nueva generación de los respectivos países. Haciendo un
esfuerzo, se puede imaginar al soldado del segundo batallón de infantería
ligera Durham, Joseph Ditchburn, agazapado en un hueco de la trinchera, rodeado
de camaradas vestidos con ropas andrajosas, después de aguantar y ver lo
inimaginable, escribiendo con su temblorosa mano a su madre en Inglaterra horas
antes de escuchar el aterrador silbido del oficial señalando el inicio del
asalto a la trinchera enemiga. «Madre, ten coraje, estaré bien. Hay
cientos de madres en las mismas circunstancias y si yo muriera, lo haré con
buen corazón y con todo tu amor sobre mis labios”. Palabras que sin duda hubiesen
consolado a la madre el día que recibió la notificación del fallecimiento de su
hijo, caído un mes más tarde de redactar la carta en la batalla de Ypres.
Soldado atendido por el sanitario en 1918. / Google
Hay algo que eché en falta
mientras escuchaba las palabras que se dedicaron a estos acontecimientos. Y es
que he de resaltar que en la historia de la humanidad los grandes conflictos
han sido dirigidos o provocados por gente adulta, algunos ya en su vejez como
el Mariscal Petain, pero quienes marcaron a sangre y plomo sus nombres en los campos de batalla de Verdún,
Normandia, Rocroi, Trafalgar…  fueron los
jóvenes, acudiendo de forma voluntaria en ocasiones y, en otras –la gran
mayoría de veces-, de forma obligatoria ante la llamada al oficio de las armas.
Jóvenes que en su momento encarnaron la flor y nata de cada país y que acabaron
yaciendo en el barro. A esas generaciones perdidas es a quienes se les debe de
dedicar unas palabras. En Francia, en cada pueblo, por muy minúsculo que sea, existe un monolito con los nombres de cada joven francés de la localidad que
sirvieron en las guerras. 
España por el contrario, a la generación que padeció una Guerra Civil y
posteriormente una Guerra Mundial apenas se les recuerda las penurias que
tuvieron que pasa, si acaso, algunos les recuerdan en las tertulias televisivas,
pero con un fin muy distinto.

Creo que la expresión de Erich
Hartmann (rehecha a partir de una frase de Paul Valery) es bastante
clarificadora cuando mencionó que “la guerra es un lugar donde jóvenes que no
se conocen y no se odian se matan entre sí por la decisión de viejos que se
conocen y se odian, pero que no se matan”.
Soldado americano en Vietnam. / Google

Un comentario

  1. Los viejos también fueron alguna vez jóvenes y los viejos de la 2ª Gran Guerra eran jóvenes de la 1º. ¿Qué hizo cambiar a algunos jóvenes a convertirse en estos viejos que se odiaban, olvidándose de los horrores de la 1ª Guerra? Ojala que los jóvenes de hoy, ahora y cuando sean viejos, se conozcan y no se odien. Que los jóvenes no se queden en sus pueblos y se muevan para conocer a los jóvenes de otros pueblos. Yo, que soy “viejo”, lo hice cuando era joven y lo seguiré haciendo mientras pueda físicamente. Hace 50-60 años, no existía Interrail (con el que se va a mover mi nieto estas vacaciones), pero hacíamos “autostop” y podíamos hacerlo porque éramos de confiar y la gente confiaba en nosotros. ¿Cuántos adultos y mayores se atreven hoy a coger en su coche a un joven que mueve el pulgar al borde de la carretera?

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