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Propuestas en el ámbito educativo-emocional (I)

Desarrollo de la inteligencia emocional en espacios educativos.
En la actualidad se propone a la educación que dote al alumnado de habilidades que van más allá de las demandadas por el entorno laboral y social: concentrar la atención, gestionar las emociones, trabajar cooperando, y ser empático y asertivo. Todas estas habilidades son perfectamente adquiribles puesto que, en definitiva, se trata de cultivar las cualidades humanas básicas. Ya lo dice Punset: “La ciencia ya ha constatado que la gestión de las emociones básicas y universales debería preceder a la enseñanza de valores y, por supuesto, de contenidos académicos”.

Las emociones son importantes para el ejercicio de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando con la mente racional y capacitando o incapacitando al pensamiento mismo. De ese modo, el cerebro pensante -el cerebro, ese gran protagonista de todo- desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional, y nuestro funcionamiento vital está determinado por ambos.

Porque la inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Así lo definió Daniel Goleman[1]. Bajo este concepto se recoge el pensamiento de numerosos científicos del comportamiento humano que cuestionan el valor de la inteligencia racional como predictor de éxito en las tareas concretas de la vida, en los diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma de decisiones, el desempeño profesional, etc.

Existen diversas investigaciones que han demostrado cómo el trabajo de la inteligencia emocional en centros educativos favorece un mejor desempeño de alumnado y docentes. Mark Greenberg[2], ha realizado una serie de estudios aleatorios durante 30 años, en Estados Unidos, Suiza y Países Bajos observando cómo, cuando se les enseña a los niños habilidades para calmarse, identificar sus propios sentimientos y hablar adecuadamente sobre cómo se sienten, mejoran de un modo natural sus habilidades para relacionarse con los demás, y también sus habilidades académicas.

Desarrollo de la inteligencia espiritual.

Pero el avance en la gestión de las emociones -lo más vinculado al ser humano- en los espacios educativos, no puede circunscribirse únicamente a la inteligencia emocional. Si, como hemos observado en el escenario 2050, supone un esfuerzo colectivo de superación del individualismo en el que nos encontramos sumidos, tendremos que evolucionar en nuevos modelos de inteligencia, avanzando hacia conceptos como la inteligencia social y la inteligencia espiritual, que no son otra cosa que la capacidad de encontrar el propio “yo”, para fluir desde del mismo hacia los otros.

Todo aquel que quiera una vida perfecta, debe buscar primero
conocimiento
[3]

Nuevos tipos de aprendizajes y nuevos espacios de aprendizaje.

A pesar de lo mostrado hasta el momento, los actuales sistemas educativos nacionales no parecen demasiado permeables a la introducción de nuevas prioridades en los programas formativos. Más si tenemos en cuenta que arrastran la rémora de haber sido creados en el siglo XIX fruto de las necesidades de la Revolución industrial, de la que se deriva una jerarquía de materias que llega hasta el momento actual: primero las ciencias “duras”, las matemáticas y la física, después los idiomas, a continuación las humanidades y en último lugar las artes.

“Desde que los niños crecen se les va
educando progresivamente de cintura para arriba y luego nos centramos en sus
cabezas y de la cabeza nos fijamos sólo en un lado”.
[4]

Sin embargo, como hemos observado, las personas que necesita la Revolución Humana precisan del desarrollo de los “dos cerebros”, es decir, además de utilizar el hemisferio izquierdo para aprender las materias educativas en los lugares más altos de la jerarquía y asociadas a capacidades de ese hemisferio como el habla, la escritura, la lógica,…, deberemos desarrollar aquéllas vinculadas al hemisferio derecho como las sensaciones, sentimientos, prosodia y habilidades visuales y sonoras. Y derivadas de ellas, aquellas herramientas sociales que nos llevarán a alcanzar el escenario 2050: a trabajar en equipo, a negociar intereses de manera creativa, a desarrollar inteligencia emocional, a aportar soluciones a problemas concretos…

Pero también los nuevos aprendizajes van a requerir el desarrollo de nuevas herramientas y espacios de desarrollo. El principal va a ser el mundo digital, tanto en el aprendizaje formal (con la introducción de soportes tecnológicos en los centros educativos) como en el aprendizaje informal.

En lo referente a herramientas informales, en los últimos años se han desarrollado una multiplicidad de sitios web no comerciales lúdicos y ludo-pedagógicos que tienen como destinatarios a niños y adolescentes. Incluso Marc Prensky[5], que acuñó el término nativos digitales, ha analizado la importancia de los videojuegos para el desarrollo de determinadas habilidades[6]. Otras herramientas para los nuevos tipos de aprendizaje suponen la recuperación de formas tradicionales de transmisión de conocimiento, como el haiku, forma clásica y muy concisa de la poesía japonesa, y sus primos, tanka, renku, haïbun, cuyos códigos y juegos de lenguaje le confieren una virtud pedagógica[7].
Finalmente si la comunidad tiene el papel educativo que le hemos conferido, todos los procesos de aprendizaje que se generen en este espacio deben ser reconocidos como tales. Desde la propia Unión Europea se viene promoviendo en los últimos años, a través de su programa “Juventud en Acción”, el reconocimiento al aprendizaje no formal con especial interés en el voluntariado y las competencias que los jóvenes desarrollan en estas actividades. Porque si queremos una ciudadanía “completa” (participativa, solidaria, colaborativa,…) los conocimientos, competencias y valores adquiridos en los espacios formativos deberán ser ejercitados, completados y reconocidos en y por el espacio público.
REFERENCIAS

[1]Daniel Goleman, psicólogo norteamericano, considera que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.
[2]Psicólogo del Penn State’s College de Salud y Desarrollo Humanos.
[3] Srila Prabhupada, Fundador y maestro hindú del movimiento Krishna.
[4]Ken Robinson “Las escuelas matan la creatividad”.
Conferencias TED.
[5] Reconocido experto en educación y aprendizaje.

[6] Ver PRENSKY, M. “ No me molestes mamá, estoy
aprendiendo!”.

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